1. Lava tus hierbas: Enjuaga suavemente las hierbas con agua para retirar tierra o impurezas. Puedes usar un colador para hacerlo más fácil.
2. Sécalas con cuidado: Seca las hierbas dando ligeras palmaditas con una toalla de papel o un paño limpio. Es importante no guardarlas completamente mojadas.
3. Corta los extremos de los tallos: Recorta un poco las puntas de los tallos para favorecer la absorción de agua y prolongar su frescura.
4. Llena el conservador con agua fresca: Agrega agua al fondo del recipiente hasta que cubra los tallos (aproximadamente 2–3 cm).
5. Introduce las hierbas y cierra la tapa: Coloca las hierbas con los tallos hacia abajo dentro del conservador, cierra la tapa y asegúrate de que quede bien sellada.
6. Guarda en el refrigerador: Coloca el conservador en un lugar accesible del refrigerador para mantener la frescura óptima.
7. Cambia el agua cada 3 a 5 días: Para mantener la frescura, reemplaza el agua con frecuencia. Así evitarás malos olores o deterioro de las hierbas.